viernes

Cuando digan ¡Basta!


Pequeños seres malignos que habitan lo más recóndito de nuestro ser serán los encargados de malinterpretar la vida. Y es que malinterpretar significa “no entender” por lo tanto, lo que estos seres estarían haciendo sería desconociendo e ignorando a la vida misma.
Quien sabe que son. Uno no puede determinarlo sin hacer un riguroso estudio que lo llevará a saber menos aún. Sólo se podrá averiguar que van carcomiendo el entorno, lo destruyen, lo debilitan, lo enferman.
Están en el interior de uno pero no se manifiestan hasta no ser un número lo suficientemente amplio como para destruir todo lo que tenga a su paso, sin importar si lo que destruyen es una vida, una familia, una sociedad…
No importará cuantas experiencias haya recogido esa vida, o que medida de amor haya habido en la familia, o cuantos casos en la sociedad… Sólo importará que cuando el tiempo ataque ya no tendremos barricadas para defender las trincheras orgánicas.
Al debilitar las defensas psicológicas y las que no lo son, administran el mal, y el tiempo determinado por éste es el que domina la situación haciendo notar que la vida pasa por el tiempo que esta viva, y en consecuencia es éste último el que se detiene. ¿Se detiene? ¿O es que siempre está detenido y los que pasamos somos nosotros?...
En fin o uno o lo otro son las agujas temporales las que clavándose en un número y quedando fijas para siempre dirán cuando llego el final.
Y esto ocurrirá justo en el momento en que aquellos seres malignos que conforman un cáncer digan basta.


Perdón por la onda negativa.

jueves

Insomnio

Los ojos hinchados, los oídos despiertos a sensaciones musicales y los pensamientos alertas. El insomnio tiene su lado positivo. No todo es pesadumbre y deseos frustrados de no lograr el sueño querido.
Es la noche gorda con su pesado sobrepeso que nos aplasta sobre las espaldas y no termina de concluir su misión. La de pasar hasta la mañana siguiente. Parecería ser como que la que duerme es ella para nunca más despertar y sostener mi vigilia a la espera del amanecer.
Los parpados bajos obligan a mantener la oscuridad necesaria para poder obtener la conciliación del sueño, pero no hay ceguera que lo logre. Debajo de ellos se desarrolla todo un film completo con imágenes pensadas que no son sueños. Imágenes recordadas, imaginadas. Y es así.
Los números del reloj se agrandan cada vez más. A los pocos que había de pasadas la una, se sumaron varias vueltas que llegan a tres con cuarenta, lo que suma un total de casi doscientos minutos de desconcierto.
Desconcierto que por otro lado es concierto, ya que suena música sin parar almacenad en la computadora, sucediéndose así temas de jazz, de rock sinfónico, de progresivo nacional como mezclándose para un imaginario debate de gustos y deleitando de los noctámbulos sueños que no son.
Pensamientos de las tareas que vendrán, de los momentos vividos y de los futuros serán una mezcla incoherente con los deseos que comparten imaginaciones de lo que debería ocurrir para alcanzar esa tan deseada paz que permita el descanso.
Sonidos, imágenes y ahora palabras escritas forman parte del universo del insomnio que se resiste a la mudanza de persona. Está muy cómodo el turro en mi cabeza, que a juzgar por su consistencia debería compararlo con un quiste, de esos que sólo mediante una intervención quirúrgica salen de su alojamiento.
Pero quizás esta intrusada sea sólo por hoy… si, es así. Porque el próximo insomnio se ubicará en el día de mañana. Por hoy sólo tengo éste insomnio… mañana será otro. No es siempre el mismo… rotan son como entes separados que van viendo en que cabeza desocupada introducirse.
Bueno creo que es muy tarde y quiero dormir. Los minutos siguen muriendo… El reloj va a estallar de tanto que corre. No hay forma de descanso alternativo, “te llevo bajo mi piel” cantaba Diana Krall o quien sabe quien ¡ya no sé quien era! … creo que eran voces en mi cabeza que le hablaban al él.

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