viernes

Río Negro, una provincia de avanzada.

Que importante me pareció la noticia de la decisión tomada por los legisladores rionegrinos, aprobando una ley que le otorga el derecho a un paciente terminal a negarse a recibir un tratamiento, si éste considera que no servirá para su recuperación, y en consecuencia poder terminar su vida con mayor dignidad.
Felicitaciones a los legisladores de Río Negro por este pensamiento de avanzada.
Demostraron que no sólo en el primer mundo se acuerdan de que la vida y la dignidad de esa vida deben estar por encima de cualquier precepto religioso que se interponga.
Una vez más ha primado el raciocinio y no el fanatismo. Loas a la decisión.

Es difícil escribir.

Que difícil es escribir todo lo que uno piensa. Es casi imposible. Los pensamientos van pasando a una velocidad inalcanzable por la razón y mucho menos por las manos que escriben.
Se concatenan, se unen, van entrelazándose el uno con el otro por pequeños detalles, que habitualmente en la realidad nada tienen que ver con lo “imaginado”.
Estoy en un bar sentado en una mesa y en escasos instantes comencé a pensar en una pareja de amigos a los cuales hace tiempo no veo. Inmediatamente pensé en tomar el teléfono y envié un mensaje de texto. Al buscar su número veo el de otra amiga a quien le pregunto si el teléfono sin nombre que tengo agendado es suyo. Luego de enviar el mensaje y como ella trabajaba con mi ex mujer, recuerdo que este fin de semana estoy con los chicos e instantáneamente comienzo a programar lo que haría el sábado con el menor de ellos, ya que el mayor se irá con su novia y su mejor amigo a pasear. Al pensar en una actividad recuerdo que mi pareja tiene el debut teatral de una obra infantil a la que no asistiré por el inconveniente horario de inicio.
Levanto la vista y veo dos personas pasar junto a mi mesa y mirándome como si nunca hubiesen visto a alguien escribir en un papel. Y entonces pienso: ¿Quién sabe en qué estarán pensando estos dos marcianos? ¿Qué escribo una carta de amor? O tal vez piensan que estoy estudiando... No sé... Lo que nunca imaginarán es que estoy escribiendo sobre ellos, a los que considero casi insignificantes para realizar el desarrollo de un relato, ya que los he mirado sólo por un segundo y al terminar de escribir la primera palabra de este párrafo ya no están.
La gente sigue pasando a mi alrededor y yo sigo sin pensar en algo consistente que merezca ser desarrollado literariamente.
Me detengo un segundo porqué pienso que este escrito lo podría subir a mi blog personal y entonces se me ocurre seguir escribiendo.
Tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo. O mejor dicho el mundo tiene todo mi tiempo, ya que creo que el tiempo es estático porqué lo que envejece es el cuerpo y no los minutos transcurridos. De hecho soy algunos instantes más viejo que cuando empecé a escribir y sin embargo los minutos no se arrugaron, sino que por el contrario se renovaron para seguir vivos. Sigo pensando y sólo se me cruza por la mente que es muy difícil escribir y pensar al mismo tiempo. Es casi imposible, diría que uno escribe siempre en diferido con su propia mente… En fin podría seguir teorizando sobre mis pensamientos durante horas, pero prefiero parar de escribir lo que pienso para pasar a pensar lo que escribo.
Chau, hasta la próxima.

lunes

Apellidos notables.

Es ampliamente conocida la picardía porteña a la hora de tratar algunos temas relacionados con otras culturas (judíos, gallegos, tanos) pero más aún cuando de poner apodos se trata.
La no muy feliz costumbre de reemplazar apellidos o nombres por adjetivos o la utilización de apellidos en reemplazo de palabras de estructura similar, es una tradición arraigada a comienzos del siglo XIX con la llegada de los primeros inmigrantes italianos, de los cuales se presume heredamos.
Remontándonos a esa época encontraremos que desde hace muchos años, cuando llegaban a nuestro país personas llamadas: Zaffarelli, Solari, Locatti, etc., se convertían-a manos de los criollos sobresalientes en disparates y alumnos de las ridiculeces del sainete- en víctimas de sus propios apellidos.
El procedimiento de tal maniobra de sobra, es fácil: se consigue un apellido que semánticamente suene como un adjetivo o un verbo y se le adiciona agrega o reemplaza al final las sílabas "elli" o "ari", entonces podemos obtener por ejemplo que ante una cena con carne dura se diga que esta es "Durelli", o en el caso de encontrarse solo, se afirma que lo dejaron "Solari" y así encontraremos también que se han inventado infinidad de apellidos para expresar otras afinidades como: "Zurdelli", "Fallutelli", "Finoli",etc.
Pero cuidado, que no sólo se inventan apodos en base a los apellidos de origen italiano. Aquellos nombres de origen hispano-criollo que tiene una semejanza a alguna condición que pueda servir para adjetivar también son usados. De esta forma encontramos que "Cortina" y "Escasany" aluden a la estatura de alguna persona no muy alta, o "Cayetano" equivale a callado o "Cornelio" a aquel desafortunado que sin saberlo es engañado por su pareja.
Pensemos por un momento en aquellas personas que tienen la grave dificultad de ver menos que el resto de los mortales y enseguida aparecerán en nuestra memoria, nombres como: "Casimiro" o "Miranda"
Sin necesidad de hacer tanta historia y viniendo más acá en el tiempo, podemos decir que la costumbre no se mata y se actualiza, ya que adecuados a las épocas van apareciendo distintos reemplazos como por ejemplo el homenaje al jugador de independiente de la década del 50, del cual derivó el famoso: "Checonato" utilizado para identificar una buena elección del auto comprado.
En la misma línea futbolística, el "Diego" que corresponde a un porcentaje estipulado de comisión (o a una cometa... para no andar con tanto eufemismo) ¿acaso se deba al más que famoso Diego Armando Maradona?
La rutina sigue y no se agota, en la actualidad con el advenimiento de la tecnología, han aparecido nuevos apodos o reemplazos de verbos por nombres. (en este caso sin adjetivar a nadie) Así, el envío de correo electrónico que se traduce del inglés e-mail (electrónic mail), se ha transformado en mandámelo por "Emilio", como forma autóctona de decir que se posee casilla de correo.
Así podríamos seguir encontrando coincidencias entre nombres y adjetivaciones (pero no quiero), para hacer alarde de un hábito enraizado en nuestro pueblo y heredado de nuestros antepasados europeos. Costumbre ésta, de adjetivar o acentuar defectos, por la cual no podemos estar orgullosos de ser los pioneros (afortunadamente) pero si sus continuadores más originales.

Aviso al público

EL CONTENIDO LITERARIO DE ESTE BLOG SE ENCUENTRA REGISTRADO Si quiere usarlo sólo pídalo, pero no copie. Respete al autor. Gracias.
(NO HAGA "LA GRAN BUCAY")
¡Hecha la aclaración: QUE DISFRUTE LA LECTURA!