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Apellidos notables.

Es ampliamente conocida la picardía porteña a la hora de tratar algunos temas relacionados con otras culturas (judíos, gallegos, tanos) pero más aún cuando de poner apodos se trata.
La no muy feliz costumbre de reemplazar apellidos o nombres por adjetivos o la utilización de apellidos en reemplazo de palabras de estructura similar, es una tradición arraigada a comienzos del siglo XIX con la llegada de los primeros inmigrantes italianos, de los cuales se presume heredamos.
Remontándonos a esa época encontraremos que desde hace muchos años, cuando llegaban a nuestro país personas llamadas: Zaffarelli, Solari, Locatti, etc., se convertían-a manos de los criollos sobresalientes en disparates y alumnos de las ridiculeces del sainete- en víctimas de sus propios apellidos.
El procedimiento de tal maniobra de sobra, es fácil: se consigue un apellido que semánticamente suene como un adjetivo o un verbo y se le adiciona agrega o reemplaza al final las sílabas "elli" o "ari", entonces podemos obtener por ejemplo que ante una cena con carne dura se diga que esta es "Durelli", o en el caso de encontrarse solo, se afirma que lo dejaron "Solari" y así encontraremos también que se han inventado infinidad de apellidos para expresar otras afinidades como: "Zurdelli", "Fallutelli", "Finoli",etc.
Pero cuidado, que no sólo se inventan apodos en base a los apellidos de origen italiano. Aquellos nombres de origen hispano-criollo que tiene una semejanza a alguna condición que pueda servir para adjetivar también son usados. De esta forma encontramos que "Cortina" y "Escasany" aluden a la estatura de alguna persona no muy alta, o "Cayetano" equivale a callado o "Cornelio" a aquel desafortunado que sin saberlo es engañado por su pareja.
Pensemos por un momento en aquellas personas que tienen la grave dificultad de ver menos que el resto de los mortales y enseguida aparecerán en nuestra memoria, nombres como: "Casimiro" o "Miranda"
Sin necesidad de hacer tanta historia y viniendo más acá en el tiempo, podemos decir que la costumbre no se mata y se actualiza, ya que adecuados a las épocas van apareciendo distintos reemplazos como por ejemplo el homenaje al jugador de independiente de la década del 50, del cual derivó el famoso: "Checonato" utilizado para identificar una buena elección del auto comprado.
En la misma línea futbolística, el "Diego" que corresponde a un porcentaje estipulado de comisión (o a una cometa... para no andar con tanto eufemismo) ¿acaso se deba al más que famoso Diego Armando Maradona?
La rutina sigue y no se agota, en la actualidad con el advenimiento de la tecnología, han aparecido nuevos apodos o reemplazos de verbos por nombres. (en este caso sin adjetivar a nadie) Así, el envío de correo electrónico que se traduce del inglés e-mail (electrónic mail), se ha transformado en mandámelo por "Emilio", como forma autóctona de decir que se posee casilla de correo.
Así podríamos seguir encontrando coincidencias entre nombres y adjetivaciones (pero no quiero), para hacer alarde de un hábito enraizado en nuestro pueblo y heredado de nuestros antepasados europeos. Costumbre ésta, de adjetivar o acentuar defectos, por la cual no podemos estar orgullosos de ser los pioneros (afortunadamente) pero si sus continuadores más originales.

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