martes

A ESE NO LE DEN BOLA

¿Quién alguna vez no escuchó a alguien decir “a ese no le den bola”?...  y sin saber porque cosas del entendimiento humano, uno sabía que no había que hacer caso a las palabras del tercero o directamente ignorarlo.

Bien, todos sabemos que no dar bola es ignorarlo, pero ¿de donde proviene la frase?... porque no dar bola es ignorar y no “no le den cubo o prisma” o algo parecido...

La frase nace en la década de 1920 cuando en la ciudad de Buenos Aires, se ponen de auge los billares. Por aquel entonces, era muy común que cualquier estudiante de secundaria que se “rateara” (amerita otra nota eso de ratearse...) del colegio o simplemente después de la salida, fuese a entretenerse a algún café en donde se hubieran colocado mesas de billar.

Claro que no todos los esudiantes eran buenos competidores para realizar carambolas y en ese ambiente, el que no juega muy bien no es bien visto. No faltaba aquel que al querer hacer una carambola rompiera el paño de la mesa o hasta hacía volar las bolas de billar estrechándolas contra la vidriera del café.

Era por eso que los mozos recibían instrucciones precisas del dueño del bar de que a esos personajes del mal juego “no le dieran bola”, dejando así sentado el precedente de ignorar a quien jugara mal.

Con el paso de los años y con la masificación del fútbol, la frase cambió para “no dar pelota”, manteniendo así el espíritu de aislar al otro, negándole  la “pelota, bola o bolilla”, de acuerdo al deporte que se practicara.

lunes

Cuando la luna fue hombre

El estereotipo en todas las culturas antiguas y modernas es que el Sol es considerado masculino y la
Luna femenina, pero en la historia existen mitos y leyendas en las que no es así.

En la historia de las civilizaciones y en las distintas culturas orginarias los astros cumplieron -y cumplen hoy en día- un papel muy importante en el desarrollo de los mitos y leyendas de cada sociedad.

Encontramos así que en la mayoría de las civilizaciones europeas, por un lado, africanas por otro y también en las americanas tanto los planetas como el sol las estrellas y la luna tienen un papel preponderante en la planificación cotidiana de las poblaciones que se dejan guiar por sus influjos.
Estos influjos estelares no son otra cosa que la creencia -comprobadas o no- de la influencia de cada uno de los astros en las situaciones de la vida del ser humano, sea de la cultura que fuere.

Los griegos, los romanos, los egipcios, los hindúes, todas las civilizaciones antigüas han dibujado, escrito y teorizado sobre la existencia de los planetas, incluyendo al sol y a la luna dándoles un lugar de privilegio en la constitución de sus dioses y hasta mismo en la consagración de estos cuerpos estelares como dioses mismos. Y es en esta consagración en la que muchas culturas han humanizado
a los astros dándoles condiciones humanas como si sin estas condiciones estuviesen incompletos.

Las más común de las condiciones humanas que se le otorgaron a los astros es la de denominarlos según el género sexual con el que fueron identificados. De esta  forma hallaremos que el sol siempre
fue identificado con el hombre y la Luna con la mujer. El porqué es a veces muy simple, el sol es el proveedor de energía, el que protege, y esas condiciones en muchas culturas y sobre todo en la antigüedad eran condiciones exclusivamente masculinas.

La luna en cambio siempre estuvo dotada de elementos femeninos como la pasividad, la alternancia, la regeneración (como recopilara Juan Cirlot en su libro “El ojo de la mitología, su simbolismo”) y es por ello que todas las civilizaciones la trataran como mujer. En las culturas de América ocurría lo mismo, desde los Incas, hasta los Mayas, pasando por pueblos como Guaranies, Calchaquíes, Onas por mencionar sólo a algunas de las comunidades que habitaban estas tierras consideraban al sol como hombre y a la luna como mujer. Condiciones que estaban dadas por su cosmovisión del universo Pero en todas las reglas existen las excepciones y entonces descubrimos que al menos en dos leyendas de pueblos originarios de América esta tendencia a considerar al sol: hombre y la luna: mujer, se rompe cuando transmiten sus leyendas. Hablamos de dos pueblos muy distantes entre sí:
Los Guarayos, un pueblo selvático que habitaban el norte de Bolivia y los Inuits (o esquimales) que habitaron el norte de América en la región ártica y polar de Alaska, Estos dos pueblos no tenían comunicación entre sí y eso es lo más llamativo, pero en sus leyendas consideraban a la Luna de diferente manera que el resto de las comunidades.  Atrás que el resto de América y la mayoría de las civilizaciones los consideraban como dijimos sol: hombre; Luna: mujer, esos dos poblados seguían las mismas leyendas pero contrariando sus sexos. Si bien es cierto que la globalización recién nos llegó en el último siglo, parece ser que la unificación de criterios en modificar estereotipos ya venía de antes, desde el sur y el norte de nuestro continente. 

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