jueves

Una remera o un muerto.


Quizás el mundo en el que vivimos actualmente esté más desarrollado que en mi niñez, más sofisticado, e inclusive con mayores adelantos científicos y sociales en todos los ámbitos que involucren la vida cotidiana. Lo que no puedo entender es porque la superficialidad ganó tanto terreno y me pregunto si vino de la mano del desarrollo del capitalismo (y atención que no comulgo con otro sistema que se aleje de lo liberal) o de la exacerbada frivolización de la economía que se olvida de los fundamentos esenciales de la vida, y enmarca todas las cosas que la componen en un concepto comercial sin límites.

Esta globalización del concepto comercial, llevó inevitablemente a los negocios o empresas a que se le dieran suma importancia al lugar de la imagen empresarial. En consecuencia y como pueden verse en los shoppings o en los comercios de primeras marcas, el merchandising que tiene es quizás, a veces, más vistoso que el producto adquirido.

Existen muchísimos rubros comerciales en nuestra sociedad, pero creo que ninguno tan vil como es el que lucra con la muerte de las personas. Un negocio, que se beneficia con la desgracia ajena, como buitres sobrevolando a un abandonado en un desierto. Siempre consideré a los “funebreros” como personas de baja calaña, (que me disculpen si se ofenden, pero así pienso.) y hasta llegué a compararlos con estafadores profesionales que aprovechándose de un momento de dolor ofrecen cajones y servicios cada vez más caros, sabiendo que el familiar que lo solicita no irá a buscar precios a otros lugares y en consecuencia es abusado iptso facto.

No tengo una formación religiosa y no creo en estructuras eclesiásticas, por lo que el rito de un velatorio en mi caso no obedece más que a un mandato familiar por acostumbramiento, que me he propuesto romper con la muerte de mi madre, con esto quiero aclarar que no me siento obligado espiritualmente en realizar tal costumbre, ya que creo que no muere el que se ama porque trasciende su alma. Es este pensamiento el que me llevó a realizar la cremación del cuerpo de mi madre, el que con mucha sorpresa recibí en la urna correspondiente, pero dentro de una bolsa muy “paqueta” que se parecía más al packashing entregado en un shopping que al acorde a las circunstancias acontecidas.

Llevar restos humanos en una bolsita muy elegante que pregona “todo en el mismo lugar…”, incita la reflexión, de que en estos tiempos modernos la economía domina en todos los ámbitos de la vida, haciendo que la muerte se haya frivolizado al punto tal de confundirse con un producto más, sin saber si es más importante comprar un celular, una remera o morirse…, en fin, en definitiva, está todo tan mezclado que le voy a dar la razón al packashing … “todo en el mismo lugar…” una remera o un muerto.


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