Yo no dudo, Lisarda, que te quiero,
aunque sé que me tienes agraviado;
mas estoy tan amante y tan airado,
que afectos que distingo no prefiero.
De ver que odio y amor te tengo, infiero
que ninguno estar puede en sumo grado,
pues no le puede el odio haber ganado
sin haberle perdido amor primero.
Y si piensas que el alma que te quiso
lo ha de estar siempre a tu afición ligada,
de tu satisfacción vana te aviso,
pues si el amor al odio ha dado entrada,
el que bajo de sumo a ser remiso,
de lo remiso pasará a ser nada.
Sor Juana Inés de la Cruz