martes

Desde anoche que no como (cuento)


Estoy acá sentado quietito desde hace varias horas, creo que a esta altura estoy muerto. No me dejan ni mover estos alcahuetes. Es cierto reconozco que me equivoqué y por eso siento algo de culpa, pero algo nada más, porque soy un necio que nunca escucha a los demás. Tal vez si lo hubiese hecho, digo escuchar a alguien, el curso de las cosas no hubiese sido el mismo. Pero nadie o sabrá, ya que no se puede volver atrás y tampoco puedo modificar los hechos y sus consecuencias. ¿O fueron las consecuencias las que me llevaron a los hechos? No sé... queseyo.

Tuve una infancia de mierda, triste, cagado de hambre, siempre en la miseria y en las bajezas a las que nos lleva no poseer ni lo mínimo para subsistir, celando a los que tenían un mejor vivir y una familia constituida.

Y con esto último no podía entender como mis compañeros de tercer grado, el último que hice, podían llevar bien y tener una relación cariñosa con sus viejos ¿acaso cuando se emborrachaban como el mío no les pegaban como a mi? ¡Vamos…! ¿A quien quieren hacerle creer que les contaban cuentos, les daban besos y les traían regalos? ¡Manga de mentirosos! Y encima la maestra les pedía redacción con tema la familia y los falsos empezaban con “mi mamá me mima mucho” como si las madres hubiesen sido distintas y tuviesen tiempo para perder en boludeces…

¿Por qué no contaban como los mandaban a pedir limosna a la estación del tren como a mi? ¿Quieren esconder y falsear su vida? Manga de turros ¿O yo era el único que tenía que salir laburar? Mentirosos. ¿Pero que van a saber esos caretas? Si capaz que tenían todo servido. Se mandan la parte de poder bañarse con agua caliente y todos los días encima… como si fuera posible.

Algunos mentirosos decían que comían cuatro veces por día… ¿donde la vieron? Me acuerdo que una vuelta tuve que faltar una semana porque en el cumpleaños de Carlitos después de tres días sin comer me mandé catorce panchos… y dejé sin nada a muchos…

Después de esa descompostura me juré a mi mismo que nunca más me faltaría para comer y por eso decidí empezar a ganar plata propia. Me acuerdo que la primera vez que gané fue un día que un gil llevó plata para comprar un libro y se le dijo a todos que la tenía guardada en la cartuchera… Una semana completita me duró. Me la pasé comiendo hamburguesas, papás fritas y alfajores en el bufet de la escuela que no conocía. Ahí nomás decidí largar la escuela, después de que me echaron. Igual, en mi casa no se enteraron hasta fin de año que mi vieja fue a buscar el boletín, porque yo hacía lo que quería… nadie me controlaba.

Empecé a juntarme con unos vagos que andaban por Constitución y mi vieja hasta empezó a tratarme mejor porque yo le llevaba algo de guita a ella. Los idiotas de mis compañeros no me saludaban más, porque decían que yo era un delincuente que no estudiaba. ¡pero que caretas que eran, viejo!

Cuando terminaron la escuela no los vi más, entraron en la secundaria y yo pensaba estos nenes de mamá no saben los que es ganar plata. Y yo ganaba cada vez más, laburando cada vez menos. Fue en esa época que conseguí un fierro que me regaló uno de mis amigos… y ahí despegué. Salía de caño todos los días… me había cebado. En cada semáforo me hacía la guita que antes ganaba en una semana haciendo billeteras en los colectivos.

Cuando viajaba sin laburar, a veces, escuchaba a los pobres giles que decían “la juventud está perdida… “ pero… ¿qué saben esos giles? ¿Qué me viene a hablar de educación? ¿Para qué? Para terminar en una oficina ganando lo mismo que hago en un par de días… Ni loco. Además terminé tercer grado y con eso me alcanza para leer y escribir, se sumar dividir, restar y multiplicar… para que más.

Al fin de cuentas, la sociedad me debe algo ¿no? Yo soy la victima acá, no ese pobre gil. ¿Quién le dijo que me gritara “anda a laburar” cuando le pedí las monedas… al final me hizo calentar al pedo y cuando saqué el fierro no me quiso dar la guita… se envalentonó el atrevido!... y bueno lo liquidé de un cuetazo, por gil… ¿Qué le pasa? Era la vida de él o la mía…, yo que sabía que en medio de los gritos estaba sacando la billetera, pensé que andaba calzado… y antes de que me madrugue lo hice cagar de un tiro al gil.

Cuando empecé a correr, me acuerdo que me gritaban ¡rescatate, chabon! Los pibes de la esquina y uno grito ¡tirá el fierro!, menos mal que le hice caso, porque como nadie vio nada, es mi palabra contra la del cana que me agarró.

Por suerte la vieja va a seguir cuidándome y viene ahora a firmar el papel para que el juez me deje salir … menos mal porque estoy cansado de estar sentado en el banco de esta comisaria de mierda y además desde anoche que no como.


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