viernes

Un interlocutor válido

Tuve la suerte de encontrar un oído dispuesto a escuchar una conversación, que más que eso fue un soliloquio mío, que hace tiempo me estaba debiendo.
Comencé hablando de mis problemas pasados, de cuanto he perdido, de las frustraciones emocionales, de aquello que no pude hacer, de mis remordimientos, rencores… pero me di cuenta de que había planteado las bases de una comunicación desde el error del revisionismo vacío de contenido.
Al reflexionar al respecto, pude corregir el rumbo tomado de la charla y darle la razón a la sabia naturaleza, quien nos puso los ojos en el frente para mirar siempre hacia delante; es mucho más fácil que hacia atrás, ya que no hay que hacer el esfuerzo de girar la cabeza para hacerlo. Y me dije pues entonces miraré hacia el frente.
En este momento escuché los ruidos naturales del entorno y disfruté de la charla con mucha mayor complacencia. Cuando decidí retomar mi parte de la charla recordé lo que dijo alguna vez un monje tibetano: “la felicidad interior sólo está en el interior de cada persona y no hay factor externo que la haga disminuir ni aumentar” Fue ahí cuando mi interlocutor se movió como dándome la razón, sus brazos se agitaban al viento como quien encuentra en él una caricia sanadora.
Seguí hablando y recordé que cuando lo hacía con mi abuela, ella me decía: “nene, lo importante es que uno esté bien acá (tocándome el corazón), lo demás es cartón pintado”
Por eso el revisionismo puede ser nocivo si se hace con desprecio, pero los recuerdos son una de las cosas más atesoradas en nuestra mente, y en honor a esos momentos, al vivir el hoy estoy generando recuerdos para el mañana y sin quererlo grabé estas dos frases que guían mis días porque no las olvidé.
Cuando pensé esto y miré alrededor, supe que estaba en lo cierto. Había gente disfrutando de la naturaleza, de sus momentos, y hasta quizás de sus recuerdos como yo.
En la vorágine urbana, felicidad, parece ser una palabra extraída de un artículo de adquisición en un shopping, sin que muchos sepan que tienen la posibilidad de elegir en que lugar de su interior pueden hallarla.
No hay fe, no hay religión, no hay consumo, no hay dinero que pueda encontrar esa porción de felicidad que hace que nos sintamos plenos. En lo único que hay que confiar es en uno mismo. ¡Te lo digo yo! Le dije a mi interlocutor, que a esta altura parecía meado por los perros y enterrado, esperando que me fuera. “Ahora me voy y te dejo solo” pensé, pero, al hacer un paneo visual por mi alrededor, todos parecían tener un interlocutor como el mío, atento, sutil, movedizo y lleno de vida que transmite energía y nos entrega luces pero sobretodo las sombras de la frescura.
No es habitual que uno hable y hable y hable, pero lo cierto es que no hay nada mejor que tirarse en el pasto debajo de un árbol y dejarse llevar por los “pensasentimientos”.

Aviso al público

EL CONTENIDO LITERARIO DE ESTE BLOG SE ENCUENTRA REGISTRADO Si quiere usarlo sólo pídalo, pero no copie. Respete al autor. Gracias.
(NO HAGA "LA GRAN BUCAY")
¡Hecha la aclaración: QUE DISFRUTE LA LECTURA!