sábado

¡¡Seamos felices ahora!!

No esperemos a que llegue el señor con túnica blanca y nos haga transitar por el pasillo que nos lleve directo a la luz. Al estar horizontal y ser llevados por él ya no tendremos tiempo en vida para reflexionar sobre nuestras infelicidades. ¡Seamos felices ahora!...
Antes de que venga el empleado municipal y nos lleve en camilla por el pasadizo hacia la morgue. (¿En quién pensaban?)
Aunque hayan pensado en el otro, el mensaje es el mismo. ¡No se hagan problema por las boludeces que no le importan a nadie! ¡Disfruten el presente, porque el futuro es ahora!

¡Después es tarde!

"Avalado" sea Dios
(Perdón me salió el capitalista que todos llevamos dentro, quise decir alabado)

Tomátela con soda..., che.

No desees la mujer de tu prójimo...
date el gusto.

Detrás de todo hombre existe una gran mujer...
y después viene la esposa.

Si la tierra nos alberga de un modo tan ilusorio,
la tierra no es otra cosa que un albergue transitorio.

Ya llegara el día en que se sepan las leyes,
porqué sotas matan reyes,
y porqué razón tan discreta,
tira más una cajeta que una yunta de bueyes.

jueves

Siempre me gustó el café (Cuento) si no te gusta seguí más abajo.

Para cualquier ocasión. Para el desayuno, para la merienda, como cierre de alguna comida, como excusa para una reunión de negocios, como estrategia de comunicación para conocer una mujer... el café es siempre especial.
Tiene algo mágico y místico con beneficios adicionales sumamente placenteros. El hecho de invitar a tomarlo, encierra un sinfín de significaciones, que siempre se conocen con posterioridad a su ingesta.
Hace más de diez minutos que estoy sentado en un bar del centro, pensando las bondades del líquido que adoraban los indígenas, el cual quiero tomar a la brevedad y el mozo que atiende en la vereda no aparece. Lo busco con la mirada para hacerle la típica seña que hacemos en todos los bares para pedir un café. Lo veo a través del vidrio, levanto la mano y formo una letra “c” con el dedo gordo y el índice. Al verme, se acerca a preguntar qué deseaba, como si hubiese esperado la señal para atenderme. Le contesto tajantemente, por el enojo que provocó la espera: —Un americano cortado. Sin mayor atención dice: —Okey. Y se va.
Pasan varios minutos hasta que lo trae. Deja el contenedor de azúcar y edulcorante, un vaso con agua y finalmente el café cubierto con una espuma amarillenta, que no permite saber si se trata de un cortado o de un café puro. Mientras el mozo vuelve al interior del local, rompo un sobre de edulcorante, que desdibuja el hilo de humo emergente del pocillo y me doy cuenta de que no es un cortado. En ese momento pienso: “Tipos como este, son los que te hacen esperar, te atienden mal, se equivocan con el pedido y seguramente se enojan cuando no le dejas propina”
Le doy un primer sorbo al café, y entre tanto, espero ansioso la hora decisiva del encuentro con Griselda. A ella, como a mí, también le gusta mucho el café. Siempre toma. Excepto cuando las cosas en su cabeza no están bien, en ese caso pide agua sin gas. Como cuando la conocí, que mientras yo pedía un café tras otro, ella no dejaba de tomar agua, porque había cortado una relación de años el día anterior, y sus ideas no terminaban de ordenarse.
No sé si tengo ganas de encarar esta charla, va a ser dura, inflexible, ríspida. Ni siquiera con el café humeante de por medio podrá suavizarse. ¿Cuantos cafés, llegaré a tomar? Tres, o cuatro quizás. Dependerá de cual tensa se ponga la conversación. Quizás se termine pronto y no tenga que tomar más de uno. ¿Cómo tomará Griselda mi decisión de terminar con ella? ¿Se enojará y me insultará? ¿O quizás sólo acepte la idea y punto? Era previsible este final, hace meses que no estamos bien y hace más de cuatro meses que no hacemos el amor, y nuestras charlas rondan siempre en lo mismo: el hijo que no quiero tener.
No sé cuantos minutos pasaron desde que me sumergí en los pensamientos. Miré el café, ya no salía humo. Al darle un sorbo me doy cuenta de que se había enfriado mucho. No quiero que eso ocurra. Siempre que comienza a entibiarse mis últimos dos sorbos son más grandes que lo habitual para terminarlo de golpe sin dejar nada en la taza. Y eso hice para terminar el primero de la tarde.
Seguiré esperando a Griselda, mientras ansío otro café. Me prometió que vendría puntualmente. Yo me adelanté para disfrutar a solas el cortado, que por error terminó siendo un café puro, y pensar la estrategia de cómo entablar la charla que nunca imaginé tener con ella. Siempre estuvimos juntos, pero este último tiempo se había puesta muy insistente con la idea de tener un hijo. Y desde que nos formamos como pareja habíamos pactado que las dos condiciones inquebrantables eran: la fidelidad irrompible, y la de no tener hijos en los primeros años de relación.
Soy muy estructurado y respetuoso de las normas preestablecidas y quiero mantener los códigos edificados con una base honesta. Nunca le fui infiel, ni ella a mí. Y sigo con la idea de no tener hijos hasta que cumpla los treinta. Quiero obtener mi título profesional y después pensar en establecerme, sin el condicionamiento y la obligación de ser padre. Ella cambió. Su aproximación a los cuarenta la atemorizó, se ablandó, se sensibilizó. Dice que se le viene la vida encima. Que después será tarde y que ya no podrá engendrar, o que si lo hace muy tardíamente podría salir con alguna deficiencia genética.
Se acerca la hora de su arribo. La aceleración de los tiempos me provoca taquicardia, por la duda que crece y crece en mi interior. Debo calmarme. Pediré otro café para que su compañía estimule la firmeza de mi decisión. Esta vez le pediré que no se equivoque al traerlo. Quiero un COR-TA-DO, si es necesario se lo deletrearé para que quede claro mi pedido. Me doy vuelta y miro al interior del bar. Sólo veo los reflejos del transito en la vidriera. Detrás de ellos figuras humanas que se mueven de un lado al otro. Hago una seña con la mano, a ciegas, sin saber a quién. Acerté, era el mozo. Esta vez no se hizo esperar, se acercó a la mesa y sólo dijo —¿Sí? Amablemente le recalqué el error cometido en el pedido anterior y le solicité que esta vez me trajera un cortado. No se disculpó por el error, sino que alegó un malentendido al escuchar y agregó: —Ya le traigo el cortado. Como acentuando que ahora sí había escuchado bien.
Con Griselda siempre nos reuníamos en bares distintos. No nos gustaba hacernos habitúes de un lugar, sino que queríamos comparar la calidad en la preparación de las infusiones de cada lugar. Este bar lo había elegido ella. Yo no sabía por qué. Parecía lindo pero nada extraordinario. El café del lugar es bueno. Tiene buen color, aroma y está preparado con la molienda justa. Quizás se disfrutaría más si el mozo fuese más simpático, ya que el folklore de disfrutar un café en un bar, no sólo pasa por el líquido en sí mismo, sino con el marco contextual en donde se consume. La estética del lugar, los aromas reinantes, el murmullo, y hasta la calidad del pocillo, hacen del negro elemento, un trago que despierta todo tipo de sensaciones más allá del gusto. El café se toma con la vista, con el olfato, con la audición. Si hasta se pudiese decir que es el elemento por excelencia utilizado en cualquier terapia psicológica. O acaso cuando la depresión se hace presente lo primero que uno hace es ir a tomarlo con un amigo como si éste fuese a resolverle algún problema. Es el remedio para alma y siempre dice presente: en un amor, en un encuentro, en un negocio, y hasta en una ruptura, como la que voy a generar en un rato con Griselda.
No creo que Griselda se merezca el sufrimiento que le voy a generar. Pero a la luz de los acontecimientos, no podemos seguir así. No estoy preparado para ser padre y este tema nos ha traído roces y disputas que no se solucionaran si ninguno de los dos cede. Y nadie está en condiciones de querer hacerlo, ya que existiendo dos posiciones tan enfrentadas, la solución pasa: o por que una de las partes capitule, o que de un paso al costado y se aleje. Y esto es lo que haré.
Es un buen argumento para exponérselo. Supongo que entenderá mi postura. No estoy trabándole el camino, simplemente se lo dejo libre para que encuentre otro hombre que tenga los mismos objetivos. Antes que la situación se torne insostenible y quebrante las condiciones de fidelidad, prefiero esta salida.
El bocinazo de un taxi, me despierta y me trae a la realidad del bar. Y entonces me acuerdo de mi pedido. ¿Por qué tarda el mozo con el cortado? ¿Estará ordeñando la vaca?- pienso irónicamente. Ni bien termino de hacerlo, veo que el mozo viene con una bandeja. Se acerca y me deja el pocillo, otro vaso de agua y un pequeño plato con dos masitas secas, que antes no había traído. Esta vez el color de la espuma blanca y voluminosa en la superficie de la taza, indicaba que no se había confundido, se trataba de un cortado. Rompí un sobrecito de edulcorante y observaba como el polvo iba desapareciendo poco a poco en la espesura de la espuma, como si una diminuta embarcación fuese tragada por un remolino en el ojo de la tormenta. Aumenté la velocidad del torbellino cuando introduje la cucharita y revolví, adueñándome en ese momento de la letra de Cátulo Castillo que entonaba en mi interior: "miro la garúa y mientras miro, gira la cuchara de café...". Al recordar la estrofa, mi mente se va con la letra y su melancolía me hace sentir protagonista del mejor de los tangos. Comienzan a aparecer en mi memoria distintas letras y las mezclo, "rencor", "el último café", "vida mía" y tantos otros que en algún párrafo identifican este momento que viviré cuando llegue Griselda. Cualquiera podría ser. Pero esta vez la malvada no es la mina, sino que el tipo la quiere dejar para cumplir con su sueño profesional.
Salgo de este mix tanguero cuando me doy cuenta que la temperatura del café comenzó a bajar. Tendré que tomarme lo que queda de un sorbo antes que el frío se apodere de él. Faltan sólo unos minutos para que llegue mi futura ex pareja. Si supiera con exactitud que arribará a tiempo, me adelantaría a pedirle un café solo, como a ella le gusta, para suavizar el momento posterior cuando tenga que decirle que la dejo. Sé que en ese momento pedirá agua. Dejará el café y comenzará a beber hasta que el medio litro de la pequeña botella se consuma. No quiero enfrentar ese momento. ¿Y si se niega a entender? ¿Y si me ruega que no la deje? ¿Qué haré? No soy capaz de verla llorar. La quiero demasiado como para que la frase que nadie quiere escuchar: ¡No va a funcionar! surja de mis labios, tal como si nada hubiese ocurrido entre nosotros. Son muchos momentos juntos, demasiados cafés compartidos, como para desestimar un cambio de postura, si me lo pidiese, y no sabría que hacer.
Puedo verla en la esquina, a través de los colectivos que están pasando, que espera el cambio de semáforo para poder cruzar la avenida. Siento una rara sensación de que no es la misma, de que hay algo en ella que desconozco..., será que por medio de la negación a su figura me resisto a decidir sobre mi futuro que es el de ella también... no lo sé... es posible.
El tráfico es muy intenso en este lugar del centro de la ciudad, por momentos el ruido es ensordecedor al punto que uno puede gritar ¡Mozo! sin que nadie lo escuche. Vuelvo a gritar, llamando al mozo, para adelantarme al pedido de Griselda. Esta vez me vio y se aproxima. Le pido otro cortado y uno “solo” para la persona que espero.
Ya cruzó y se aproxima por la misma vereda en la que me encuentro. Camina raro, no parece la de siempre. Quizás me parece extraño, porque nunca presté atención a su andar. Su cara indica que sabe. Si, se lo debe haber imaginado cuando combinamos en venir a este bar. Su voz en ese momento no era la de siempre. Era la voz de alguien que sabe que va a sufrir una ruptura, que siente una angustia, o una resignación por los hechos que se aproximan sabiendo que no podrá tener a mano una acción que modifique el final del relato.
Quedan unos segundos para que de mi boca salgan las palabras que modificarán el curso de dos vidas, o de tres si se piensa en el hijo que no quiero tener. No estoy totalmente convencido, porque no creo que ella se lo merezca. Todavía la sigo queriendo. Me siento ruin y miserable, pero prefiero esto a sentirme traicionero. No quiero romper los códigos de convivencia, la infidelidad es uno de ellos y no podría con mi alma si hubiese caído en la red amorosa de otra mujer engañando a Griselda. Antes que la traición, elijo la sinceridad, por cruel que ésta sea.
Nos saludamos fríamente con un toque de los labios. Dejó su cartera en una silla y se sentó frente a mí. No bien apoyó los codos en la mesa, se acercó el mozo con el pedido que yo le había hecho. Griselda me miró y sin dejar que apoyará su café, dijo: —Yo prefiero un agua sin gas, natural.
Inmediatamente supe que estaba al tanto de lo que ocurriría minutos después. Pero, para mi sorpresa y antes que el mozo trajera su botella de bebida dijo seriamente:
—Tengo que decirte algo muy importante.
—Te escucho.- dije con estupor y casi sin entender como se había dado vuelta la situación: la que hablaba era ella y el nervioso oyente era yo.
—Vine a este lugar porque es especial para mí. Hace cuatro meses, aquí conocí a otro hombre, del cual estoy muy enamorada. Quiero terminar nuestra relación porque estoy embarazada de él.
Como si el mundo se desmoronara a mí alrededor quedé sin reacción racional. Ni siquiera recuerdo cuando el mozo trajo el último café. Todo el entorno se borró. Nada quedaba junto a mí. Sólo estaban en mi mente las últimas palabras de Griselda y las frustraciones sentidas por haber sufrido un rompimiento emocional inesperado.
Pasaron más de dos horas luego de que ella se fuera y mucho sudor generado por mis nervios que no dejaban de entumecerse más y más, reaccionando al baldazo de agua fría recibido. Mi mente no estaba clara y debía recuperar el líquido perdido.
Recién después de consumir tres botellas de agua entendí que ésta, ayuda a soportar mejor las malas noticias porque no permite deshidratarse emocionalmente. Es como si refrescara el alma, no es como el café, que entibia sensaciones. Por eso ahora puedo explicar porque luego de tomar el último y aunque siempre me haya gustado, ya no pude volver a probarlo.

Ahora vamos por el cambio...

¡Amo ese sillón! Parece ser la frase preferida de nuestra señora primera dama, quien se da el lujoso gusto de gastar el dinero de nuestros impuestos en campañas proselitistas en el exterior sin siquiera pedir licencia en el congreso para no dejar de cobrar su sueldo de senadora.


historia universal. O tal vez porque teme que nuestros periodistas que conocen los escándalos con la bolsa de dinero de la ministra de economía, o la valija del venezolano, o el caso Skanka, o el juicio a Carrió, o las sospechas sobre De vido..., o tantas otras cosas, pregunten cosas "impertinentes" a una senadora.


Si llega a ganar la segunda vuelta (porque en primera no gana) deberemos soportar cuatro años más de poderío Kirchnerista con lo que implica esto... más decretos firmados que Menem en 10 años, números dibujados, políticas demagógicas, proyectos rimbombantes que se quedan en los anuncios, etc, etc, etc.


Quizás debamos ir prendiendo velas a todos los santos para que no nos corten el gas ni la luz e ir pensando que en política los ceros a la izquierda si valen, ya que un aumento de 10% en los precios equivale a un 0,1 de inflación mensual.


Con todas estas desprolijidades, la censura reinante en los medios de comunicación, la falta de sinceridad y transparencia que se arrogan desde las palabras, lo único que falta por decir a la primera dama es: "Ahora vamos por el cambio, porque los billetes grandes los tiene Nestor."






Significado en portugués: raro, desagradable, de sabor irreconocible.

miércoles

Hacete amigo del juez.

Es la Argentina de hoy, la del amiguismo, la del favoritismo, la de los valores morales y éticos erosionados por la falta de palabra.
Aquella palabra que en los tiempos de los abuelos sólo se rubricaban con el apretón de manos y el pacto estaba sellado a muerte.
Es esa Argentina que hicimos con el devenir del nuevo milenio y el capitalismo y consumismo como prioridad de vida, olvidándonos de que la buena vecindad, la convivencia y las buenas acciones que no se enaltecen sino no existe un elemento material en medio.
Esa Argentina en la que hasta para operar a alguien se necesita tener un conocimiento interno en la institución si uno quiere apresurar las cosas. No importa si el cáncer apura el deterioro personal… lo importante es que los conocidos pasan primero.
Y ese es el punto. Las enfermedades según los médicos son graves, pero pueden esperar siempre y cuando no sean conocidos. Por eso recomiendo tratar de hacerse amigo de alguien interno que pueda facilitar las gestiones y apurar a los médicos que si no se toman el tiempo que la estructura mental les permite.
Hacete amigo del juez, reza el Martín Fierro y no hay frase que describa mejor las relaciones entre pacientes y doctores en un hospital público. Porque si no te haces amigo… los enemigos que te operan te llevan a la morgue.

lunes

Frase: Nunca olvido una cara pero en tu caso haré una excepción

Hay caras que merecen ser vistas pero no es tu caso. Sos tan pero tan feo que cuando naciste tuvieron que polarizar la incubadora y la partera le dijo a tu mamá que esperará un rato. si volabas eras un murcielago.

Aquella persona que se sienta ofendido con el comentario anterior que me avise... y le recomiendo un cirujano estético.

akselett@gmail.com

Entre Cuba y el primer mundo

Cuando se habla de las diferencias entre los países desarrollados y los del tercer mundo siempre se resaltan los aspectos positivos de unos y los negativos de los otros, generando una diferencia aún mayor que comparando elementos de la misma categoría.
Eso ocurriría por ejemplo si quisiéramos comparar algunos aspectos de la Isla de Cuba (por elegir cualquiera) y algún país europeo.
En esta relación podríamos decir que, mientras en los países del viejo continente existe libertad absoluta y plena, en la isla caribeña hay que pedir permiso para salir del país, comprar alimentos, hablar y hasta para pensar…
Mientras que en Europa la población decide libremente a quien va a querer de gobernante, mediante el voto directo, en Cuba lidera el autoritarismo de izquierda desde hace casi medio siglo…
Pero bueno no veamos solamente las cosas negativas del tercer mundo. En esta pequeña isla la formación de profesionales y en consecuencia su posterior sistema de salud es admirable por su buen funcionamiento y sobre todas las cosas es absolutamente gratuito para toda la población, mientras que en Europa es totalmente prepaga sin alcanzar el nivel de excelencia que mencioné de Cuba.
En este punto parecería achicarse la diferencia en los parámetros comparativos y se me ocurre que es el lugar intermedio en donde se ubicaría a la Argentina.
Nuestro sistema de salud es uno de los mejores de Latinoamérica en lo que respecta a la calidad profesional de sus médicos actuantes. Paradójicamente es uno de los peores en asistencia y atención hospitalaria.
Mientras que en Europa la persona que paga (o tiene seguridad social) es atendida y en Cuba lo hacen gratuitamente, aquí los centros médicos de alta complejidad son inaccesibles para la mayoría de la población y en los servicios gratuitos uno puede morir en el intento de esperar por ser atendido.
La falta de infraestructura hospitalaria, insumos y decisiones políticas hacen que pacientes con canceres diagnosticados deben esperar entre 6 meses y un año para ser operados.
¿Qué estamos haciendo asociaciones ilícitas con las casas velatorias, asegurando un negro negocio…? Por favor señores dirigentes hagan algo al respecto.
¿Cómo es factible que el sistema de salud no contemple un listado de prioridades a efectos de determinar la gravedad de la urgencia? No son todos los pacientes iguales y es ahí donde falla el sistema, ubicando a los enfermos por orden de llegada…
Sólo en este bendito país ocurren estas cosas, que ubica su sistema de salud (sólo su sistema de salud) entre la frialdad del primer mundo (al cual nos queremos parecer) y la excelencia cubana que sólo puede demostrar en este ámbito.

viernes

Cuando digan ¡Basta!


Pequeños seres malignos que habitan lo más recóndito de nuestro ser serán los encargados de malinterpretar la vida. Y es que malinterpretar significa “no entender” por lo tanto, lo que estos seres estarían haciendo sería desconociendo e ignorando a la vida misma.
Quien sabe que son. Uno no puede determinarlo sin hacer un riguroso estudio que lo llevará a saber menos aún. Sólo se podrá averiguar que van carcomiendo el entorno, lo destruyen, lo debilitan, lo enferman.
Están en el interior de uno pero no se manifiestan hasta no ser un número lo suficientemente amplio como para destruir todo lo que tenga a su paso, sin importar si lo que destruyen es una vida, una familia, una sociedad…
No importará cuantas experiencias haya recogido esa vida, o que medida de amor haya habido en la familia, o cuantos casos en la sociedad… Sólo importará que cuando el tiempo ataque ya no tendremos barricadas para defender las trincheras orgánicas.
Al debilitar las defensas psicológicas y las que no lo son, administran el mal, y el tiempo determinado por éste es el que domina la situación haciendo notar que la vida pasa por el tiempo que esta viva, y en consecuencia es éste último el que se detiene. ¿Se detiene? ¿O es que siempre está detenido y los que pasamos somos nosotros?...
En fin o uno o lo otro son las agujas temporales las que clavándose en un número y quedando fijas para siempre dirán cuando llego el final.
Y esto ocurrirá justo en el momento en que aquellos seres malignos que conforman un cáncer digan basta.


Perdón por la onda negativa.

jueves

Insomnio

Los ojos hinchados, los oídos despiertos a sensaciones musicales y los pensamientos alertas. El insomnio tiene su lado positivo. No todo es pesadumbre y deseos frustrados de no lograr el sueño querido.
Es la noche gorda con su pesado sobrepeso que nos aplasta sobre las espaldas y no termina de concluir su misión. La de pasar hasta la mañana siguiente. Parecería ser como que la que duerme es ella para nunca más despertar y sostener mi vigilia a la espera del amanecer.
Los parpados bajos obligan a mantener la oscuridad necesaria para poder obtener la conciliación del sueño, pero no hay ceguera que lo logre. Debajo de ellos se desarrolla todo un film completo con imágenes pensadas que no son sueños. Imágenes recordadas, imaginadas. Y es así.
Los números del reloj se agrandan cada vez más. A los pocos que había de pasadas la una, se sumaron varias vueltas que llegan a tres con cuarenta, lo que suma un total de casi doscientos minutos de desconcierto.
Desconcierto que por otro lado es concierto, ya que suena música sin parar almacenad en la computadora, sucediéndose así temas de jazz, de rock sinfónico, de progresivo nacional como mezclándose para un imaginario debate de gustos y deleitando de los noctámbulos sueños que no son.
Pensamientos de las tareas que vendrán, de los momentos vividos y de los futuros serán una mezcla incoherente con los deseos que comparten imaginaciones de lo que debería ocurrir para alcanzar esa tan deseada paz que permita el descanso.
Sonidos, imágenes y ahora palabras escritas forman parte del universo del insomnio que se resiste a la mudanza de persona. Está muy cómodo el turro en mi cabeza, que a juzgar por su consistencia debería compararlo con un quiste, de esos que sólo mediante una intervención quirúrgica salen de su alojamiento.
Pero quizás esta intrusada sea sólo por hoy… si, es así. Porque el próximo insomnio se ubicará en el día de mañana. Por hoy sólo tengo éste insomnio… mañana será otro. No es siempre el mismo… rotan son como entes separados que van viendo en que cabeza desocupada introducirse.
Bueno creo que es muy tarde y quiero dormir. Los minutos siguen muriendo… El reloj va a estallar de tanto que corre. No hay forma de descanso alternativo, “te llevo bajo mi piel” cantaba Diana Krall o quien sabe quien ¡ya no sé quien era! … creo que eran voces en mi cabeza que le hablaban al él.

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(NO HAGA "LA GRAN BUCAY")
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